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miércoles, 8 de diciembre de 2010

Del baúl de los recuerdos…

Acuarela: Miguel Ángel Pérez
Hola a todos, hoy quiero compartir con ustedes un poema que encontré en el baúl de los recuerdos. Creo que lo hice cuando tenía como 14 años, ¿en qué estaría divagando?

Un loco amor

Yo tengo un loco amor,
qué cosa de locos,
pues cómo tú puedes querer
a quien que no conoces.

Pienso en ti,
que todo te salga bien
para que siempre estés feliz
y cuando me conozcas,
sepas que siempre he estado allí.

Auque no te tenga
yo sé que siempre piensas en mí,
aunque no sepa quién eres,
sé que el Universo te hizo para mí.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Diarrea emocional

Fotomontaje: Luisa Pérez.
¿Alguna vez se ha levantado con la sensación de que algo está purgando en esta vida? Son aquellos días en que creemos ser víctimas de todo y de todos. “El Gobierno es una m…, el jefe tal cosa, el carro no funciona, esta mara qué le pasa, camionetero mala pieza, aquel conductor no me dio vía”, en fin, algo no hace “clic” con nuestra paz interior y el mundo externo.

Entonces, ¿soy yo o los demás conspiran contra mí? Nada de eso. Ni el hoyo que terminó de fregar mi carro se puso a propósito, ni el despertador me clavó el puñal para que llegara tarde al trabajo.

Lo que sucede es que nuestra mente malcabresta tiende a pensar “Ajá, alguien me quiere chingar”, pero no es así. Casi en el 99.9999% de las ocasiones esa sensación de ser víctimas de la estupidez o maldad ajena es producto de nuestra imaginación y/o justificación de nuestros actos equívocos (cómo duele aceptar eso).

Hace poco, me tragué unas buenas raciones de orgullo y, como consecuencia, tuve tremenda “diarrea emocional”. Entonces, llegué a las siguientes conclusiones: 
  1. Hay más gente buena que mala. 
  2. Sí, el país está en caos pero yo puedo cambiar mi entorno. 
  3. El trabajo o mi negocio es parte de mi vida, no mi vida. 
  4. Esa persona no está planeando nada en contra mía, sólo es mi mente malpensante. 
  5. Tengo libras de más porque he comido como desquiciada. 
  6. Soy producto de lo que hasta hoy he querido ser: ni Dios, el destino o una mala persona, se han empeñado en joderme y truncar mi felicidad o mi progreso. 
  7. No soy eterna, el tiempo no me tiene que pelar.
  8. Toda acción, una reacción.
  9. No soy adivina, no, no puedo leer la mente de los demás, tengo que preguntar.
  10. Pedir perdón, aceptar mi culpa o ver mis errores, no me quita un brazo. 
La clave está en reprogramarnos, pues le aseguro que ni el vecino, compañero o un amigo amanece pensando: “¿Cómo voy a chingar a esta persona, cómo lo haré… cómo?” A menos que uno esconda algo macabro, la vida pasa más tranquila de lo que nos imaginamos y cada quien anda en su mundo.

Johann Wolfgang Goethe (poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán) decía: “El mal está sólo en tu mente y no en lo externo. La mente pura siempre ve solamente lo bueno en cada cosa, pero la mala se encarga de inventar el mal”.

Así pues, cuando tengamos el firme deseo de borrar esas ideas erradas de nuestra mente, sólo hay que tomar unas cuantas dosis de humildad y tragar unas libras de orgullo, y veremos cómo una “diarrea emocional” hará que fluya… nuestra vida. ¡Ahhh!

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Lo que aprendemos con el tiempo

"La persistencia de la memoria" o "Relojes blandos",
de Salvador Dalí.
Hoy, querido lector, quiero compartir con usted un tesoro. Este es un video que me removió la vida, no sólo porque me lo envió un ser que amo intensamente, sino también, porque es la pura escuela de la vida. Está muy relacionado con mi anterior texto, "Uno aprende a puro cachimbazo".

Verlo, le tomará tan sólo 3 minutos y 34 segundos; aplicarlo, toda la vida.

Vale la pena. Y si hoy anda con el moco caído, con ganas de tirar todo por la venta o irse a vivir a la Luna, después de este video le aseguro que pensará: "No hay tiempo para esas marcianadas".

Como siempre, paz y amor.

PD: ¡Ayúdeme! Envíeme su mejor y peor experiencia en Navidad. ¡Todo lo mejor!

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Uno aprende a puro cachimbazo

 
Ilustración: shutterstock.com

¿Cómo aprende un niño a caminar? Tronándose la cara una y otra vez. ¿Cómo nos enteramos de que las velas queman? Quemándonos. Y, ¿cómo llegamos a la conclusión de que los amigos se cuentan con los dedos de la mano? En los momentos más críticos.

Así es señores, señoras y señoritas, no hay otra forma de que se nos quede la lección que “a puro cachimbazo”. Y es que, cuando la lección llega por vía oral y con un discurso tierno, suave y moralista, suele pasar que entra por un oído y sale por el otro. No hay manera de retener el concepto y evitar el pencazo.

Por ello, cuando estamos necios en convencer a un primo o hermano que no maneje como un desquiciado porque lo más seguro es que termine con un tiro en la cabeza o con el espíritu en el más allá, a un amigo que esa chica no le conviene o a una amiga que no confíe en un pendejo, perdemos nuestro valioso tiempo, y lo más probable es que sólo nos quede una migraña, el hígado picado, la bilis que se nos sale por los oídos, un tic nervioso y la jeta torcida.

En realidad, los consejos resultan vacíos, huecos e innecesarios, especialmente cuando nadie nos pide nuestra opinión. Lo mejor es que nos olvidemos de ser dioses o salvadores del mundo y dejemos que las cosas sucedan.

Osho, un maestro espiritual indú, dijo algo tremendamente cierto y sabio:


Por ello, se dice que lo mejor es predicar con el ejemplo porque es convincente y congruente, es decir, lo que sentimos, pensamos y hacemos van en una misma dirección. Eso sí que vale más que un “Tené cuidado”, “Ya vas a ver”, “Te arrepentirás” o “Vas a llorar lágrimas de sangre”.

¡Qué bien se siente soltar las riendas y vivir nuestra propia vida! 



miércoles, 10 de noviembre de 2010

¿Dónde está mi adolescente cabrón?


Rutina. Publicado en un blog de una adolescente.
Levanten la mano a quienes les ha dado, más de alguna vez, las ganas de ahorcar a un adolescente. Por extraño que parezca, (hace poco o mucho tiempo) nosotros también estuvimos en la lista negra de algún adulto: nuestros padres, la maestra regañona, los abuelitos con cero tolerancia, el chofer de camioneta o un universitario que llevaba en su playera el lema “Patojos mulas”.

Pero bueno, hay algo que me encanta –y a la vez me produce algo de hiel– de los adolescentes: la honestidad. Por ejemplo: “No quiero”, “Está horrible”, “Me tiene de un huevo”, en fin, hay cierta honestidad en ellos cuando se expresan o cuando prefieren a sus cuates que a su familia (porque los amigos no los joden).

También viven el “hoy”, ¿qué adolescente está pensando en ser un joven de éxito o está planificando su futuro? Si lo hace, créanme, ese adolescente no está cuerdo. Tampoco tienen miedo, aunque esto los haga vulnerables al peligro, pues tienen las agallas para arriesgarse.

Con el pasar del tiempo, esos adolescentes que eran honestos, que vivían el hoy y no tenían miedo, cambian, por todo el “tanatal” de cosas que les meten en la casa y en el colegio. Y más fregada se vuelve la cosa, cuando empiezan a trabajar y entran a la universidad. Es en esa “metamorfosis”, como dice una mi tía, que los adolescentes se vuelven adultos poco honestos con la mente en el año 2040 y más miedosos que el hermano de Juan sin miedo.

Hace poco me topé con un blog de una adolescente, que no menciona su nombre, pero me impactó uno de sus post:


Esta frase, con la cual esta chica se identifica, es de una serie española titulada Los hombres de Paco. Muy ruda, pero real, así como a los adolescentes les gusta vivir.

Señores y señoras, la pregunta del millón: ¿dónde quedó nuestro adolescente cabrón? No el imprudente, ¡el cabrón!

miércoles, 3 de noviembre de 2010

La justicia “jodida” de Dios

El Juicio Final (Capilla Sixtina) de Miguel Ángel
Todos, alguna vez, hemos soñado con un mundo justo, donde el malo sea castigado y el bueno recompensado por sus buenas obras, pero ¿qué es bueno y qué es malo?

Una vez estaba que echaba chispas, quería que Dios tomara un rayo y partiera en mil pedazos a las personas que me habían hecho daño o que “no me hacían gracia”. Un amigo, en su afán de darme aliento o esperanza, me dijo “Luisa, no te preocupés, hay un Dios que todo lo ve”, y creí que del Todopoderoso vendría la “venganza jodida”.

No hay tal cosa, querido lector, Dios es puro amor, y si creemos que Él le mandará una mortal epidemia a aquella persona que poco nos favorece el hígado, o le torcerá el pie a aquella que nos hizo sentir mal; o enviará desgracias a esas personas despiadadas… no, no es así.

De Dios no viene la venganza, porque simplemente Él no piensa como nosotros, no es humano, Él es divino. Sin embargo, no pierda toda la esperanza, confíe en la ley de la siembra y la cosecha: “Todo lo que sembramos, eso cosechamos”. Esto es más que suficiente a esperar que el Ojo Divino esté ensañado contra aquellos que nos dañan, desesperan o irritan.

Ciertamente, jamás nadie ha cosechado flores cuando sembró chichicaste, eso es imposible. Confíe en ello, yo trato de hacerlo y, afortunadamente, poco a poco he dejado de torturar a mis “ofensores” en el cuadrilátero de mi imaginación.

También recuerde dónde estamos parados. Epicteto, un filósofo que vivió hace 2 mil años, dijo algo muy cierto: "Antes de realizar cualquier acción, ten en claro la clase de acción que estás por realizar. Si has resuelto ir al baño público, recuerda las cosas que generalmente suceden en esos baños: algunas personas salpican con agua, otros se empujan, algunas utilizan un lenguaje impropio y otros roban. Por consiguiente, realizarás esta acción de un modo más seguro si te dices: ‘Iré al baño público, pero mantendré mi mente de acuerdo con el modo natural de vivir que me he propuesto’. Procede así en todo lo que emprendas; porque de este modo, si te sucede algún inconveniente durante el baño podrás decir con firmeza: ‘No he venido tan sólo a bañarme, sino también a mantener mi mente en un estado conforme a la naturaleza y no podría hacerlo si permito que me alteren las cosas que aquí suceden’.”

Así pues, estamos viviendo en un mundo donde lo más seguro es que nos topemos con personas contrarias a nuestros valores y pensamientos; que nos harán llorar o pasar momentos amargos.

Lo dejo con esta frase de un reconocido conferencista mexicano: “La venganza es tragarse el veneno con la esperanza de que el otro se muera”. Acaso… ¿se  está envenenando?

sábado, 30 de octubre de 2010

Poesía, el canto del alma

Sí, es cierto. Alguna vez pensé que la poesía era cursi, pero me equivoqué señores, es nada más y nada menos, a mi juicio, que el canto del alma.

Pintura: Miguel Ángel Pérez.
Cuando nos abrimos a la poesía, somos más auténticos, sensibles, humanos. Volamos, caminamos, saltamos, patinamos, etcétera. En la poesía podemos amar, maltratar, gritar, soñar, imaginar, ir al pasado, avanzar al futuro o vivir el presente. Es pues, la poesía, una tinaja para descargar nuestras emociones, como lo hace Juan Carlos Lemus en Hay Tardes Más Tristes..., Miguel Ángel Asturias en Habla el gran lengua y Sor Juana Inés de la Cruz en Sentimientos de Ausente.

Por tanto, querido lector, si usted quiere vivir otras emociones, lo invito a leer Bailan las gitanas de Miguel de Cervantes y Saavedra; para que vea que el sarcasmo también puede tener estética. Y así, hay miles, más bien, millones de poemas que nos transportan y hacen que nuestros sentimientos aumenten o disminuyan, al puro gusto del lector.

Le dejo, pues, con otro poema de mis favoritos, también del escritor guatemalteco Juan Carlos Lemus:

Si estás listo para disparar
fuera del blanco
en cada tiro
estás listo
entonces
para la poesía.



martes, 26 de octubre de 2010

Reunión en la selva de concreto

Foto: shutterstock.com
He vivido tantas reuniones, que puedo describirlas como mi rutina. Por ello, querido lector, realicé este Cuadro de Costumbres fabulado a partir de una reunión de oficina cualquiera.

Entra el león, casi con la baba de fuera para demostrar su furia y recordarle a la plebe que en la selva sólo manda él. Evidentemente, ante tal presión, algunos animales bajan la cabeza o las orejas, otros sólo mueven la cola. Y nunca falta el que se arrastra, tal vez con la ilusión de que el rey león le ponga las patas encima.

Vamos a describirlos: El león ruge, domina, muestra sus dientes y garras, con la intención de que todos tengan bien claro: “deben acoplarse a lo que él dice o se los devorará”. También está la culebra cascabel, no tiene ni idea de lo que el león o los otros animales dicen, pero eso sí, mueve su cola para hacerse notar, si no ¿cómo se daría cuenta el león de que existe? Por otro lado, colgando de las ramas de un árbol, está el chimpancé; entre bromas y risas sólo sirve para entretener, pues piensa más una piedra que él, pero al final de cuentas hace reír. Y, ¡cuidado! Con el hocico siempre abierto y con la planta de no hacer daño, está el cocodrilo. Parece inofensivo, pero cuando menos te lo esperas cierra sus feroces mandíbulas y sus dientes trituran cualquier animal, pensamiento o idea. Claro, también está doña jirafa, con su gran cuello entró en el séquito del rey león, a lo lejos se le nota que anda perdida, pero dice más de algo, aunque sea una tontera, porque si no la verán como un árbol más en la frondosa selva. Asimismo, está la mariquita, revolotea, se hace notar, pero sólo dice huecadas.

Además, está el rinoceronte, hostil y molesto como una astilla en el trasero. También es prepotente y protestón, nada le convence y es, según él, la víctima de la estupidez de todos. Eso sí, al rey lo trata con amor. Como complemento de la reunión, están los zopilotones, son evidentes sus bultos y pestilencia, nadie los toma en cuenta porque no aportan más que un par de gases. Y para terminar, está el búho, callado y sereno. Él sólo observa y guarda silencio, pues analiza lo que sucede y no habla, pues sus palabras, por ser honestas y directas, pueden despertar el apetito del león. Pareciera que es tan sólo un animal más, de bajo perfil, pero su actitud es sabia.

En realidad, a todos los animales no les queda otra que escuchar y hacer lo que dice su majestad. A decir verdad, es cómico verlos a todos reunidos, con las caras entre que se ríen y maldicen, porque quisieran rascarse una nalga, sacarse un moco, irse con su pareja, salir con los cuates o echar la hueva en su casa. Mientras tanto, tienen que soportar aquella tortura de reunirse y convivir entre animales salvajes, escuchando los rugidos del león, las tonteras del chimpancé, el fastidioso ruido de la cascabel, la hostilidad del rinoceronte, la pestilencia de los zopilotes, las huecadas de la mariquita, la demencia de la jirafa y la mirada fulminante del búho.

Como lo mencioné al inicio, mi querido lector, hablamos de personas de carne y hueso, quienes tal vez, como usted y yo, hemos estado en esa jungla de concreto. Allá usted si se identifica con alguno de los protagonistas, es decir, si es el chimpancé, la cascabel, uno de los zopilotes, el búho, en fin.